De los días que se sienten como una costra

Anthologyris 🍂
5 min readMar 20, 2024

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Alguna vez leí algo, una frase o algo así que decía algo como que “había días en los que la vida se sentía como una costra”, refiriéndose a los días en los que el desánimo y la apatía te inundan y no hay más que vivirlos a regañadientes, nomás existir sin sentir mucho ni pensar tanto ni hacer demasiado, ni profundizar en algo, solo mirar de lejos todo lo que sucede… pero no la encontré, no sé en dónde leí eso o si alguna vez lo leí o de dónde saqué esa expresión de los días que se sienten como una costra, pero lo cierto es que cada que tengo uno de esos días, pienso en ello y este día se siente como tal, como una costra.

Desde hace dos días me sentí molesta, no con alguien o algo en particular, sino simplemente molesta, upset, indispuesta, irritable, malacara, que es diferente del enojo, o de la ira, se parece más a una sensación de disgusto, de perturbabilidad, de alteración, de que hay algo que se siente mal contigo y con el mundo, pero que no sabes qué es, o que sí sabes y es que todo este mundo está mal. Ayer le decía a mis amigos “Es que el mundo no se planeó, comenzó a darse y a crecer todo orgánicamente que los problemas se fueron resolviendo superficialmente sin planeación, pero ahora todo se está saliendo de control y estamos siendo víctimas de una falta de planeación”, el mundo debió haberse creado con una tabla de Excel. Entonces, como decía, hoy es un día en el que fácilmente puedo enojarme y soltar veneno, no me toquen, puedo ser peligrosa, déjenme que me enrede en mi propio cuerpo y me vaya a dormir bajo un árbol, no me molesten ni se me acerquen, puedo soltar veneno.

Lo mejor de estos días es el hecho de que a nadie le importa, el mundo, sus cosas y las personas, siguen siendo y haciendo lo mismo que harían si hoy hubiera sido un día diferente para mí. Si algo de positivo hay en esto es eso, y que muy a pesar de todo, puedo hacerlo, puedo darme el lujo de este placer, de vivir los días costra sin culpa, de rodearme de mi inmundicia, de mi intolerancia, de mi odio y de mi humanidad pero sobre todo, de mi apatía, de mi desgana, de mi aversión, de mi decepción, de mi largo suspiro por saber que las cosas son como son y no como deberían ser.

No me había quitado la pijama, pero me impedía cruzar la pierna porque la tela se resbalaba entonces me he puesto un short apestoso y la misma camisa floja y holgada que usé ayer, si bajo mi mirada puedo ver una gran barriga que no me gusta pero que es mía y sé que merezco tener por culpa de mis malos hábitos, entonces ni modos, me toca soportar, me toca mirarla y habitar este espacio con ella.

Hoy no tendí mi cama ni hice el ritual de mañana, ni me lavé la cara ni ordené mi ropa y escribo esto en un pedacito de mi escritorio porque está rodeado de cosas que no deberían estar aquí; mi escritorio está desordenado así como mis pensamientos y la silla en la que estoy sentada, ya que está llena de ropa que no he tenido fuerza ni ganas ni voluntad de quitar y poner en su lugar. Es curioso cómo podemos hundirnos más en la inmundicia una vez que entramos a ese lugar pantanoso y cómo todo se va haciendo más pesado, cómo todo duele, molesta e incomoda de alguna manera, pero no lo suficiente como para hacer algo y salir de ahí, sólo lo suficiente para mirarlo a los ojos con rencor pero igual seguir platicando con ello y comer juntos.

Hoy no quiero hacer ruido, no quiero que nadie me vea ni note mi presencia, no quiero hablar ni ver a nadie, sólo quiero estar aquí, sola con mi incomodidad, encostrada, sobreviviendo en lo que encuentro las causas o en el mejor de los casos, la motivación para salir de aquí y hacer que el día valga un poquito la pena, encontrar la motivación para que el mundo, este mundo que tenemos y no el que me gustaría, valga la pena. Hace rato encontré demasiada motivación leyendo un pdf sobre pensamiento latinoamericano y nuevas formas de entender el mundo y me dio tanto tanto tanto gusto y motivación que se hizo más grande que yo y me dio tanto miedo que terminé por convencerme de que era más grande que yo y que no podría con ello, que no lo lograré y que mejor sigo encerrada en mí. Luego pensé en escribir todo lo que estaba pensando y heme aquí, sentada en esta silla hablando sobre la silla y sobre el momento en el que decidí venir a sentarme hablar del día, de este día que particularmente se siente como una costra en la vida. Como un picor que incomoda pero que no debes quitarte, que se mira feo y quizá huela mal, pero que es necesario para curarte.

Los días costra no traen enojo ni llanto, porque no hay fuerza para ponerse enérgicos, los días costra son nomás días raros, incómodos en los que la voluntad y el deseo te abandonan y te encuentras solo varado en la isla acostado, sin fuerzas ni ganas ni esperanza, con los rayos del sol quemando tu piel y la arena incrustada en ti, pero con las olas bañando tu cuerpo cada tanto y que se siente tan rico sentir el peso de tu existencia encima que solo procuras seguir respirando y ya eso se siente como una victoria en sí misma, los días costra pesan e incomodan, se miran mal en nuestros calendarios y no son amigos de la productividad, sino solo de la mera consciencia de seguir vivos en un mundo desigual e injusto, pero con belleza en todos lados que va muriendo cada día porque pocos son capaces de ver más allá de sí mismos.

En los días costra estoy convencida de que la mayoría de las personas es estúpida y que no nos hemos ido al carajo sólo porque la poca gente inteligente mantiene al mundo girando, en silencio y sin decirle a nadie, con pequeñas acciones embelleciéndolo todo.

Pero hoy es un día costra y no puedo pensar mucho más en positivo, por hoy nos vamos a rendir, esperando que mañana sea un día diferente, donde la herida ya curó y la piel es nueva y rosadita porque la costra ya se cayó.

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Anthologyris 🍂

Autorretrato. Aquí vengo a desnudarme el alma. Aquí me entrego a quien me lee, aquí yacen los restos de lo que fui, de lo que soy ayer, ahora y siempre.